De pereza nocturna teñida de amor

De la paresse nocturne entachée d'amour

Mi pequeño corazón se marchitó el verano pasado cuando fue necesario adormecer, completar, acortar, suavizar, terminar, la existencia hasta entonces pacífica pero inmediatamente dolorosa de mi amado gato.

Tenía 17 años y un tumor invasivo nos había vencido. De nosotros, sí, de nosotros, porque un gato así es una extremidad que te arrancan, un pedazo de corazón, un miembro de la familia; muchísimas cosas y sentimientos.

Como un verdadero gato de compañía, me acompañó día y noche, abrazándome todo el tiempo, especialmente por la noche.

No maullaba mucho, siempre tierno y dulce. Nunca había visto una bola de amor tan incondicional. Siempre ahí, con ganas de lamernos las lágrimas y ronronear, acurrucada suavemente contra nosotros.

¿Su característica especial?  Una pequeña y delicada mosca aristogato cerca de su hocico.

¿Su talento? Ser la chica más linda del mundo.

Una gata amorosa, también se convirtió en una musa, sentándose en mis rodillas mientras pintaba.

Desde que la extraño, ya no pinto. Este dolor es un lienzo en blanco.

Ya no entro en mi estudio, excepto para regar la planta.

Solo queda esperar, pincel en mano, con el tiempo todo desaparecerá.